lunes, 7 de mayo de 2012

UN SUEÑO DE J. ZAVALA citado por Marie-Louise von Franz









      En primer lugar Marie-Louise von Franz hizo referencia a este sueño en el ensayo: Aspectos relevantes de la dimensión histórica del análisis (1977), que fue publicado posteriormente en Dimensiones Arquetípicas del Alma[1].



      “...El individuo como podemos descubrir al echar un vistazo a sus profundidades, lleva dentro suyo, depositado en su inconsciente, todo el pasado histórico de su pueblo, incluso de la humanidad como un todo. Por ejemplo, hasta hoy, nunca he analizado a un italiano, sea hombre o mujer, en cuyos sueños no aparecieran motivos de la antigüedad clásica, aún vivientes....



Un caso que me dejó una impresión particularmente fuerte, fue el caso peculiar e impresionante de un mexicano, católico y culto. Aunque desde un principio me resultó simpático, me sentía incómoda con respecto a él, porque no conseguía entenderle y sospechaba, al mismo tiempo, que tampoco él sabía qué hacer con lo que yo le decía. Luego, de repente y sin ningún nexo aparente con su vida exterior, tuvo este sueño:



“...En la oquedad de un árbol había una piedra de obsidiana muy grande. De repente ésta cobró vida, saltó del árbol y comenzó a rodar por el suelo de manera amenazadora hacia el soñador. Él se asustó mucho y presa de pánico, huye corriendo para salvar su vida, con la piedra pisándole los talones. Entonces el soñador encontró a un par de trabajadores que habían cavado un hoyo cuadrado en el terreno. Éstos le gritaron que se metiera dentro y se quedara quieto. El soñador lo hizo y entonces la obsidiana comenzó a encogerse cada vez más hasta tal punto que se redujo al tamaño de un puño, poniéndose dócilmente a los pies del soñante...”



Cuando escuché este sueño, involuntariamente exclamé: “ Pero, Dios mío, ¿qué tiene que ver usted con Tezcatlipoca ?”. Por casualidad yo sabía que la obsidiana era el principal símbolo de esta antigua divinidad azteca. Así descubrí que el soñador era por tres cuartas partes azteca, lo que hasta el momento nunca había mencionado, puesto que en México aún existen prejuicios raciales. Entonces se me hizo claro por qué habíamos tenido tanta dificultad en comprendernos: los Amerindios piensan de manera mitológico-metafórica y por tanto con el corazón, y nuestro pensamiento racional y abstracto les resulta completamente extraño. Entonces me adapté y comenzamos así a entendernos. Este sueño abrió una profunda herida en el soñante y afloró a la superficie no sólo un profundo dolor y resentimiento por las atrocidades llevadas a cabo por el pseudo “cristiano” Cortés y su banda de aventureros codiciosos de oro, sino también un ardiente interés por las antiguas divinidades aztecas. Así este hombre reencontró sus raíces espirituales nuevamente y comenzó en modo creativo a trabajar con antiguos textos aztecas. Su neurosis quedó curada y él fue transformándose cada vez más en si mismo. Ahora podía comprender mucho mejor también las verdades cristianas, o sea verlas en su paralelismo arquetípico con los mitos religiosos aztecas. Aunque los delitos de Cortes se remontan a más de 400 años, este hecho histórico se escondía en modo directo detrás de aquella desorientación del alma que vivía el soñador y por la cual él se había sometido a análisis. La imagen divina arquetípica todavía viva, el Dios Tezcatlipoca, estaba verdaderamente, y no de forma simbólica, persiguiéndolo y ahora que le hacía frente y se relacionaba con él, era capaz de encontrar el punto de conexión con las almas de sus antepasados y con sus raíces culturales y religiosas.



Aquí encontramos en un nivel concreto uno de los descubrimientos más significativos de C.G.Jung, su concepto de inconsciente colectivo y sus arquetipos. Para Jung, los arquetipos son disposiciones estructurales heredadas, innatas respecto a los modos de comportamiento específicos de la especie humana. Un aspecto de estos modos es el de la acción: ellos se expresan en acciones típicas, similares en todos los seres humanos, y por lo tanto son instintivos (como Eibl-Eibesfield entre otros, ha demostrado que todos los pueblos de la tierra se expresan mediante gestos similares de saludos, crianza de los niños, noviazgo, etc.) Pero más allá de este nivel de acción, estos “instintos” también tienen una forma de expresión que sólo puede ser percibida internamente dentro de la psique, esto es, en sentimientos, emociones, imágenes fantásticas míticas, e ideas primigenias “míticas”, que asumen una forma similar en todos los seres humanos. Este último aspecto es el que Jung designa como “arquetípico”. Los arquetipos son los elementos primigenios de la mente y de las distintas culturas. Toda vez que es activado este profundo estrato en un individuo, se puede convertir, o bien en una fuente de estructura creativa y nuevas realizaciones espirituales, o si algo va mal, en una fuente de estados y acciones patológicos. Todo aquello que se encuentra todavía intacto en las grandes religiones del mundo, contiene y despliega en su caudal de imágenes los grandes arquetipos del inconsciente colectivo – las imágenes primordiales del Héroe-Salvador, de la Gran Madre, del Padre Celestial del Espíritu, el animal servicial. El creador del mal, el árbol del mundo, el centro del mundo, el más allá y el reino de los muertos, etc. A menudo tales nociones primordiales son tan similares en diferentes culturas que los investigadores culturales inventan absurdas teorías de migración a fin de explicar la similitud. Aunque por supuesto ha habido realmente migraciones e intercambios de motivos religiosos, nosotros los psicólogos somos escépticos acerca de especulaciones demasiado extravagantes en esta área, porque en nuestro trabajo tenemos  experiencia cotidiana de que tales imágenes primordiales pueden ser espontáneamente activadas y manifestarse en el inconsciente de una persona, incluso en el inconsciente de un individuo cuya conciencia está a una distancia remota de tales imágenes: por ejemplo, aunque como mexicano el soñante mencionado anteriormente tenía un conocimiento muy vago de la existencia de un antiguo dios llamado Tezcatlipoca, él nunca se había puesto a pensar ni remotamente en ese dios, y después del sueño, primero tuvo que leer extensamente acerca de él en los libros, antes de que la imagen del dios se volviera más comprensible para él.



En este punto uno bien podría preguntarse por qué debería ser necesario que una persona esté en contacto con sus raíces espirituales históricas.... es indiscutible que el país y el pueblo al que uno pertenece y su desarrollo histórico, son un factor prominente en la psique de los individuos; estamos hundidos hasta las orejas no solo en nuestro pasado biográfico, sino también en nuestro pasado histórico colectivo nos guste o no, o ni siquiera estemos enterados de ello....



En los individuos tanto como en las culturas, la conciencia y el inconsciente pueden caer en oposición. Cuando esto sucede, hablamos de neurosis en individuos y en culturas hablamos de una crisis espiritual. (¡obviamente, hoy nos encontramos una vez más en el medio de ese  tipo de situaciones!). Esto significa, como Jung señaló, que hoy muchos individuos tienen neurosis puramente eventuales. Si hubieran vivido en otros tiempos, serían normales, y no perturbados psíquicamente; pero están profundamente sacudidos por la prevaleciente crisis histórica de nuestra época, y se han vuelto problemáticos por ella. Por lo tanto no podemos hallar las causas de esta enfermedad en la historia personal de tal persona; más bien debemos encontrar una solución junto con ella – y lo hacemos con la ayuda de sus sueños – para el problema de la época. De todos modos, como dijimos ya, estas crisis colectivas garantizan la necesidad de un mayor desarrollo de la conciencia humana – tanto en el nivel individual como en el colectivo. Ellas son causas motivadoras, renovaciones espirituales creativas subyacentes.



...en la visión de Jung, existe hoy en el inconsciente colectivo una clara tendencia a comprender los polos de bien y mal, que se han escindido demasiado, en su relatividad psicológica humana, y a reconciliarlos nuevamente dentro de una imagen integra de Dios. Esta reconciliación, sin embargo, obviamente puede llevarse a cabo sólo mediante un intermediario, y esto es de acuerdo a Jung, el hasta aquí descuidado principio femenino.



...El inconsciente colectivo se manifiesta en una dimensión histórica que abarca el lapso de siglos, como vimos, por ejemplo, en el caso del sueño de Tezcatlipoca de nuestro amigo mexicano. Si cada vez más gente llegara a conocer el inconsciente colectivo desde su propia experiencia, creo que la historia – en primer término nuestra historia espiritual e intelectual – podría ser considerada en términos de dimensiones totalmente diferentes de las actuales. Pero estamos aún lejos de eso.



La dificultad  reside en el hecho de que los procesos básicos tienen lugar en lo inconsciente, y lo inconsciente realmente es, como su nombre lo dice, no consciente.... Es por eso de suma importancia que nos preocupemos por adquirir más cultura histórica, y eso no sería meramente una cuestión de aprender quién conquisto a quién y qué países cambiaron de dueño – eso no es más que una continuación del modelo histórico-natural de comer y ser comido. Tal educación en cambio debería implicar un conocimiento vivo de nuestra historia religiosa, de la mitología cristiana tal como Jung la formuló. Nuestro mexicano no soñó con Cortés, no con la persecución racial de los indígenas, sino con Tezcatlipoca, la imagen arquetípica aún viva del dios primordial de este pueblo.



.... En la visión del mundo de Carl Gustav Jung, aquello que es eternamente el mismo, lo viejo transmitido por la tradición y lo creativamente nuevo no constituyen ninguna especie de antitesis absoluta. En realidad el mundo de los arquetipos presenta estructuras psíquicas básicas que al mismo tiempo son un elemento dinámico impulsor detrás de toda nueva creación, porque están en movimiento y vuelven a constelizarse de nuevo en procesos de transformación que se extienden durante siglos.”





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    En segundo lugar este mismo sueño, fue nuevamente citado en su ensayo, Profesión y Vocación (1978), publicado posteriormente en Psicoterapia.[2]



   “...Toda la verdad psicológica puede ser, y hasta debe ser, revertida: todo analista debería tener un sólido fondo de conocimiento, lo más amplio posible. Frecuentemente, ha sido destacado que los psicólogos que no poseen entrenamiento médico fácilmente dejan de darse cuenta de los estados psicosomáticos. Es de indudable importancia que el analista que no es médico aprenda in totum la sintomatología de las enfermedades psicosomáticas, para poder remitir al médico los pacientes que necesitan tratamiento clínico. Pero también existen otras áreas sobre las cuales un conocimiento completo me parece indispensable. Me acuerdo aquí de un estudiante mexicano que estaba en su análisis de entrenamiento. Yo tenía la sensación de que en verdad no lo comprendía, y él también parecía incapaz de entender lo que yo tenía que decir. La causa de todo eso era completamente misteriosa para mí, pues yo lo quería mucho. Entonces él me trajo el siguiente sueño:



“... vio en la bifurcación de las ramas de un árbol una gran piedra de obsidiana. Cuando avanzó en dirección a ella, la piedra saltó del árbol y comenzó a seguirlo. Él sintió que era muy peligrosa. Cuando huía, se encontró con algunos trabajadores que habían cavado en el suelo un agujero cuadrado. Ellos le indicaron, por medio de señas, que debía entrar en el agujero y quedarse inmóvil en medio de él. Cuando hizo eso, la piedra obsidiana que lo seguía fue volviéndose cada vez más pequeña y finalmente, quedó a sus pies como una pequeña piedra domesticada...”.



Cuando oí ese sueño, exclamé: “¿Cuál es su relación con el dios Tetzcatlipoca?”. Entonces me lo contó todo; me dijo que era tres-cuartos azteca, pero no había mencionado el hecho en su anamnesis, porque en México, al parecer, el prejuicio racial aún predomina. De repente, yo lo comprendí. Interiormente, sin tener conciencia de eso, él vivía en la tradición espiritual de los aztecas, pero lo había negado dentro de sí mismo. Con ese sueño, su individuación tuvo inicio así como su creatividad intelectual. Tetzcatlipoca, la suprema divinidad azteca, se volvió su gurú interior en la imaginación activa.



Pero, qué habría ocurrido con ese análisis, si yo no hubiera sabido que la obsidiana era un símbolo del dios Tetzcatlipoca ?. Es claro que un analista experto no puede conocer todos los temas mitológicos existentes, que se elevan a centenares de miles. Así pues, es importante educar al analista en perspectiva para que no interprete los sueños de manera precipitada y, sí, que continuamente se dé al trabajo de buscar informaciones en la literatura especializada de los símbolos y, además de eso, necesita ser entrenado para saber dónde buscar. A fin de cuentas, el médico también tiene manuales que puede consultar para obtener pormenores sobre medicamentos y síntomas. En el análisis junguiano, el conocimiento de la mitología es significativamente más importante que en el análisis en otras escuelas. Estas, generalmente fundamentan su abordaje en una teoría de sueños existente, que desde el inicio sugiere ciertas interpretaciones. En el abordaje junguiano existe el principio de que todo sueño expresa algo aún desconocido, algo nuevo para el paciente. Mientras el analista está lidiando con las imágenes oníricas del inconsciente personal, un cuidadoso registro de las asociaciones del paciente frecuentemente son suficientes. Pero en el caso de imágenes arquetípicas, las personas a menudo tienen muy poco que decir sobre la forma de una asociación. En este caso, es necesario buscar un material mitológico objetivamente comparable.



Aunque ese problema se refiere principalmente al entrena- miento  intelectual y al conocimiento del futuro analista, no debemos olvidarnos del sentimiento, o sea, del corazón. Por muy inteligente que sea un analista insensible, ¡nunca vi a una persona de ese tipo curar a alguien!. Y el “corazón” no puede ser infiltrado. La persona que no lo posee, en mi opinión, es la menos adecuada para la profesión. No obstante, existen quienes realmente tienen sentimiento y capacidad de sentir compasión, pero no osan expresarlo. Esos individuos pueden ser ayudados, a través del entrenamiento, a que se vuelvan buenos analistas.”





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En tercer lugar, haría referencia también a este mismo sueño, en su ensayo, La experiencia psicológica del tiempo (1978). Publicado en Psique y Materia[3]



    “Jung descubrió pronto, que el tiempo en el inconsciente, se vuelve siempre más relativo cuanto más penetramos en la profundidad, y que en determinado ámbito del inconsciente parece no existir tiempo.....



Una prueba de la relatividad del tiempo en los estratos profundos del inconsciente son las singulares irrupciones en el pasado referidas a la parapsicología.... J.W. Dunne autor del notable trabajo Experimento con el  tiempo, comenta ciertos relatos que se adaptan a su teoría de la multidimensionalidad del tiempo. La experiencia ocurrida a Jung en Ravena, donde observó con una amiga unos mosaicos desaparecidos, es un ejemplo afín. Esto muestra que el pasado puede estar todavía plenamente presente en la profundidad del inconsciente.



De hecho no es posible analizar a un ser humano a fondo, sin sumergirse en motivos oníricos provenientes del pasado remoto de su anterior estrato cultural. Por ejemplo un paciente mexicano, de religión católica, no me habló nunca de su origen azteca, y a pesar de la simpatía y el esfuerzo de ambos, el análisis permanecía bloqueado. Posteriormente él tuvo este sueño: ... veía una obsidiana (piedra semipreciosa) saltar desde un árbol persiguiéndolo. Rodando llegó hasta el centro de un foso cuadrado, donde se volvió gradualmente más pequeña y donde ella finalmente se ponía lentamente ante sus  pies... Grité: “¿Qué tiene que ver usted, con Tezcatlipoca?”. ¡Entonces finalmente me contó que era por tres cuartos azteca! Adapté mi lenguaje a esta circunstancia, y el análisis pudo a partir de entonces continuar bien.



No sólo el pasado, sino también el futuro se muestra bien vivo en el inconsciente. El plurisecular interés de la humanidad y de todas las culturas por el estudio de los sueños ha desarrollado casi exclusivamente en torno al aspecto “pronóstico” del sueño. Antiguos libros orientales y medio-orientales  sobre los sueños lo confirman. Entre los sueños que atañen al futuro podemos distinguir dos formas: los sueños telepáticos, que reproducen directamente un evento futuro, y aquellos sueños que anticipan desarrollos futuros en forma simbólica”.


[1] Archetypische Dimensionen der Seele. Daimon. Einsiedeln, 1994, p.15, y en Archetypal Dimensions of the Psyche. Shambala, 1997. Boston, pag 5.

[2] Psychotherapy. Marie-Louise von Franz, Shambala, 1993. Boston, pag 271  
[3]    Psyche und Materie, Marie-louise von Franz. Daimon Verlag. 1988, Einsiedeln, Schwyz. Psyche and Matter. Boston: Shambala, 1992, y en Psiche e Materia. Bollati Boringhieri, 1992. Torino, p. 90

    

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