Encuentro con José Zavala. Últimas reflexiones
Rafael Monzó
Este escrito fue realizado, después del viaje que
realicé a Zürich, tras recibir las inquietantes noticias del agravamiento del
estado de salud, por el que estaba pasando nuestro querido amigo José Zavala, y
que comprendiendo, que sin duda, se trataba ya de sus últimas horas o días,
acudí allí con mucha premura, acompañado de Andrés Salgado, con intención de
podernos despedir de él. Aquel encuentro que tuvimos entonces allí, fue una
experiencia profunda, emotiva y llena de sabiduría. José nos mostraría una vez
más que era un hombre verdaderamente autentico, humilde y honesto.
Hice mi viaje hasta allí, reflexionando sobre la pregunta que tiempo atrás había hecho al I Ching, sobre el sentido que tenía para mí su enfermedad, la respuesta fue, el hexagrama nº 30: Lo Adherente, El Fuego, y en él se decía:
“...Para el noble no es indiferente que la muerte sea temprana o tardía. El cultiva su persona, aguarda su sino y afirma con ello su destino...”
Al llegar al hospital, nos dijo su amiga Annemarie Rüttimann, que había pasado muy mala noche y a las nueve de la mañana, ella creyó incluso que José ya había muerto, pero que lentamente había vuelto nuevamente en sí. Cuando entramos a su habitación se levantó con dificultad, quiso dar unos pasos, y, luego, ante nosotros, en silencio, sentado en el borde de la cama, se puso a escribir unas líneas, en su libro de activa imaginación. A continuación, nos mostró algunas de sus páginas, donde había traducidos al náhuatl, unos versos de Enrique V, de Shakespeare.
Se encontraba en una luminosa, amplia y apacible habitación con una impresionante perspectiva de la ciudad coronada por los Alpes, en el Hospital Universitario de Zürich, en aquella Universidad donde años atrás C.G.Jung impartiera sus clases de Psicología. Allí José, nos dio a entender que se sentía prisionero, lejos de su pequeño apartamento, de la Winterthurerstrs. 651, y que en esos momentos tanto echaba de menos, allí donde se encontraban todos sus trabajos, sus libros y sus recuerdos, y a donde entonces, impaciente, nos decía que quería regresar.
En la habitación de aquel Hospital, junto a su libro de activa imaginación, tenía también el I Chig, así como las obras de Shakespeare, del que estaba leyendo Coriolanus, en cuyo drama nos decía, que se encontraba toda la magnitud del complejo materno. Esta era la obra que pensaba ver durante el próximo verano, cuando fuera de nuevo a Londres con su hija Agnes. También tenía junto a él, el libro Hall Ar-rumuz: La clarificación de los enigmas, que Marie-louise von Franz llegó a escribir durante el transcurso de su larga enfermedad, entonces me lo entregó, señalándome una página, y diciéndome que según él, allí se encontraba la clave de la reconciliación entre el Cristianismo y el Islam.
Se interesó por el grupo de Valencia y preguntó, con que nos estábamos ocupando, y se alegró al saber que de nuevo trabajábamos con el poema de Garcia Lorca: A las cinco de la tarde. Luego, me pareció una sincronicidad, que durante nuestra última reunión en Valencia, en su ausencia, Ana Ciscar hubiera presentado el verso ...un niño trae la blanca sabana... y lo interpretase como el preludio de una muerte, que en el poema aparecía de forma negativa, pero por el contrario allí, José Zavala con todo su coraje estaba compensando positivamente aquella actitud de G.Lorca, de no querer ver y no querer confrontar conscientemente el sufrimiento.
En los últimos cuatro años me había dicho en numerosas ocasiones, que sus sueños y sus activas imaginaciones, le anunciaban y le traían las imágenes de la muerte. Así que desde entonces ya se estaba preparando para ello. En una ocasión me relató, que en un sueño, escuchó una voz de mujer que le preguntaba: ...“si estaba satisfecho de lo que había hecho en esta vida” .. ¡”Y le dije que sí”!.... Otra vez, la misma voz le preguntó, que... ¿cuando quería morir?... entonces, le respondió, que cuando hubiera visto todas las representaciones de Shakespeare...!. Y luego sonriendo, me dijo que tan solo le faltaban dos...!. En otra ocasión, también me relató, que sabía que iba a morir pronto, porque últimamente estaba muy feliz, y había tenido sueños muy gratificantes como “... que venia su hija con su amiga y le daban de comer cosas deliciosas...”. Pero él era consciente de que no iba a ser fácil, porque ya en una ocasión me contó, que necesitaría mucha energía para morir y que iba a ser muy difícil. Recuerdo que un día me dijo, que Marie-Louise le aconsejó, que cuando llegara este decisivo momento, ayudaba mucho imaginarse como seria en el otro lado, y él me decía, que allí, veía como se encontraba con ella, que lo llevaba junto a Jung y después se encontraban los trés con Laurence Olivier, su actor preferido.
Él decía que el Self, le traía a uno los problemas, para que estos fueran confrontados, y no me cabía ninguna duda, de que ahora José se encontraba completamente consciente de su cara a cara con la muerte. Más tarde en dos ocasiones, me diría que no quiso, que allí en el Hospital, a pesar de su tremendo sufrimiento día tras día, le fuera administrada una inyección letal, me dijo que le daría tanta pena si lo hiciera, por que él, no quería huir, no quería irse a las nubes, sino que en esos momentos decisivos quería estar bien despierto en la tierra. Así nos mostró que aceptaba conscientemente su miedo, su sufrimiento y su dolor sin dejar de mirar con coraje a la muerte y confrontándose a ella con toda su dignidad.
A media mañana de aquel día entraron en la
habitación, Dieter Baumann, Fiammma Acernese y una pareja de Italianos
conocidos de ellos, que estaban muy interesados por el México antiguo. A ellos
Dieter les había dicho que tenían que ir a Zürich a conocer a un verdadero
mexicano. José como siempre se mostró muy cordial con todos y pudimos conversar
agradablemente. A mi me presentaría diciéndoles, que yo tenía un grupo de
psicología en Valencia.
Cuando nuevamente me quede solo con él, con sorpresa para mí José me preguntó que si quería que trabajáramos, y entonces le vi como con su aspecto demacrado, enjuto, su pelo crecido, semitumbado a la manera mexicana, se mostraba para mí, como un genuino chamán que hasta en el último momento, todavía se esforzaba por traer el mensaje del Self, y así en esas difíciles circunstancias, realizamos nuestro penúltimo encuentro de análisis.
Me preguntó, como siempre lo solía hacer, como me iba, como estaban mis hijos, mi mujer y si había tenido imágenes... y empecé contándole un sueño que había tenido hacía poco, con él y Marie-Louise...
Cuando más tarde se interesó por mi mujer y por su enfermedad, me dijo que le dijera a ella lo chingado y lo mal que estaba él, y también el miedo que tenia, por si eso la podía ayudar, pero que no se olvidara nunca de que ella tenia que aprender algo con todo lo que le estaba pasando.
También me habló de la verdad interior y me dijo que esa era la única verdad que él conocía. Pero que resultaba tan difícil entrar en el Inconsciente y ver lo que este quiere de uno... Entonces me acordaba de sus preguntas que ante las pruebas de la vida reiteradamente él nos decía que nos debíamos de formular: ¿Qué hay detrás de esta emoción?... ¿Cómo me afecta?... ¿Cómo lo voy a sobrevivir?... ¿ Que sentido tiene para mi?... ¿Que es lo que el Self quiere de uno?...
Cuando me dijo que sentía mucho miedo, pánico, en esta situación, le pregunté, que como es que él, que hacía tanto tiempo que estaba esperando este momento, decía ahora que tenía estos sentimientos?. Me respondió: “es algo que no se puede evitar..., la gente cree que haciendo Psicología, no tiene entonces uno que pasar por aquí”... Me dijo, que no quería huir de la angustia, del sufrimiento... Él siempre nos decía orgulloso, que Marie-Louise le había enseñado a brincar en el dolor.
En una ocasión me contó, que uno de sus recuerdos más preciados, era la carta que le envió en 1971 Marie-Louise von Franz, de la que me decía que algún día, tendría que ser publicada, donde le invitaba a él a hacer análisis y a trabajar con ella, después fue su fortuna que esa relación se fue estrechando y duraría casi treinta años. También conservaba de ella un frutero de metal, y, un búho etrusco que le había dejado cuando murió. Para él, Marie-Louise, había integrado el Eros en su propia vida, era pura experiencia, decía, y él la llamaría: “la mujer del milenio”. Si he entendido bien a Marie-Louise, me contaba, “la psicología de Jung se siente en el cuerpo, es 90% sentimiento”... y nos relató en repetidas ocasiones un sueño que le había contado ella, “...en el que había sucedido una catástrofe mundial y que moría mucha gente, pero no todos y que a ella le cortaban la cabeza...”, Marie-Louise lo interpretó como el sacrificium intelectus, y era que ella tenía que sufrir lo que otros no querían sufrir, porque el secreto del chamán es sufrir conscientemente, y el verdadero chamán, nos decía José, es el que pone en contacto a cada uno con su propia verdad interior, por eso decía, que ella era fabulosa, porque en una frase te podía dar todo el trabajo de tu vida!
.... “Remo Roth tiene razón”.., me dijo, “...Jung era como Dorneus que dentro de 200 años, vendrá otro Jung y lo redescubrirá...”, y nosotros los Junguianos de ahora, se podría decir que estábamos como los antiguos cristianos, en las catacumbas. También decía que Jung fue un hombre como pensaba Marie-Luise, de esos que aparecen cada 4000 años. Pero, que hubiera al mismo tiempo un hombre y una mujer tan excepcionales, era para José una sincronicidad mas que extraordinaria. Jung nos dejó una llave, decía, pero, nosotros tenemos que usarla, porque él, también ya nos había enseñado todo lo que sabía y todo lo que aprendió junto con Marie-Louise, ahora tendríamos que procurar esforzarnos nosotros en la introversión, en contactar el sentimieto, en desarrollar el pensar simbólico y hacer trabajo creativo, para poder ponernos en relación con el Self, porque a partir de ahora, decía, tendríamos que continuar solos el camino, con nuestro Guía Interior...
Nos había dicho que la enfermedad de Marie-Louise, fue el precio que ella tuvo que pagar por haber entrado tan profundamente en el Inconsciente. Entonces, le recordé que, en una ocasión, Marie-Louise le dijo, que ella había adquirido por su enfermedad, tanta sabiduría, pero, que hubiera preferido no haber tenido que pasar por ahí, y entonces le venia la imagen de que ... “era como luchar contra un gigante asiático”..., pero, entonces, me puntualizó José, “...sí, pero esa imagen vino luego, cuando ya hubo pasado todo, después de confrontarlo...” Entonces, le pregunté si él, me podía decir algo de todo lo que estaba aprendiendo en su situación y con este sufrimiento?... y si también él, como Marie-Louise, había podido ver el sentido y el porqué él había tenido que sufrir todo esto?. José me respondió que en el caso suyo, entre otras cosas, era porque había trabajado mucho, en exceso, y que lo había hecho con tanta intensidad y de manera muy osada. Osado, me decía, es el que lo hace todo, y a demás a valor mexicano, a pecho descubierto, pues Marie-Louise, le había enseñado a luchar, dijo, porque él no supo nunca vegetar. ....Y, eso había sido su vida, si se había equivocado, no lo sabía, pero me dijo que pese a todo lo que esta pasando, volvería a hacer lo mismo y de la misma manera. Y que iba en estos momentos a seguir luchando, para ver si podía irse aún una vez más con Agnes a Londres y ver Coriolanus.
Luego, José me dijo: “...Yo creo que aún no he entendido del todo, no me vienen símbolos, imágenes... hace días que no sueño... Pero no hay que esperar, porque nunca llega !!! ...”. Entonces perplejo, le pregunté ¿Y la Función Trascendente?. Y el ¿El Deo concedente?. Y me respondió: “...Vamos a ver..., vamos a ver...”
A la mañana siguiente, cuando llegue al hospital, lo encontré un poco más debilitado, pero, en la misma disposición que el día anterior y entonces con inquietud le pregunté si había tenido ya alguna imagen, algún símbolo... Me dijo que sí, ...pero que aún faltaba uno...
Muy débil, pero incorporándose con dificultad y sentándose en el borde de la cama apoyado en un bastón, tambaleándose por el efecto de la medicación, quiso que volviéramos nuevamente a trabajar y comenzó a preguntarme “... ¿Has soñado algo?..”, entonces empecé contándole un sueño que había tenido la noche anterior...
Después de terminar el análisis, estuvimos conversando aún durante un tiempo. Le pregunté, si en su trabajo creativo lo había hecho todo, me respondió que, ahora después de terminar la traducción de Número y Tiempo, que había hecho por amor a Marie-Louise, le habían faltado aún por escribir, tan solo unas cincuenta líneas sobre el motivo de “La Dama Negra/el Eros y el Anthropos/el comercio”.
También, le pedí, más tarde, si podría amplificar en algo los motivos de un sueño suyo, que, en cierta ocasión, me había contado y, que desde entonces, aún yo reflexionaba a menudo sobre el. Hacia ya unos dos años, cuando lo tuvo, me había dicho: “...Sabes, creo que voy a morir ya pronto... tuve este sueño...”: “...Estoy con X y veía una jovencita que agitaba una flor en su mano... esperando que le dijera de que era (una rosa)... y entonces una voz me decía: ...”El rojo jitomate y el palpitante Eros tienen que unirse en Europa en Occidente...”.
El jitomate, me dijo, es lo que esta a punto de explotar, de estallar. En una ocasión un mexicano le dijo, extendiendo los dedos de la mano, que nunca dijera tomate, que dijera jitomate porque es el “ombligo”, que lo contiene, que lo sujeta. También me dijo que podría encontrar un paralelo de esto en el hexagrama del I Ching: “La plenitud”.
El rojo, es lo que me ha pasado a mí, y lo que le pasó a Marie-Louise, o a tu mujer, en México decimos “colorado”. Marie-Louise me dijo una vez que soñé algo “colorado” con el cristianismo, que era para que pudiera ver el lado bueno del cristianismo. Vds. son injustos, en mi opinión, aquí en Europa, con el cristianismo. ...¡Pero si tú siempre lo habías puesto verde en México!, le respondí, “...Si, allí fue algo diferente, pero tú no tienes que decir que es verde porque lo diga yo, sino porque tú lo hayas meditado...”
Le di las gracias por haberme enseñado a suspirar, a resollar, como él decía, y me respondió “...que no las merecía, porque eso era el cuerpo, la sabiduría del cuerpo, la sabiduría absoluta, perenne, del inconsciente, como la había llamado Jung. Yo fui con Vds. todos esos años para enseñarles a ponerse en contacto con ella, así que todo lo que me pagaron ya está bien pagado...”. Él siempre nos había insistido mucho, en el peligro de quedarse sólo en la parte intelectual y abstracta y no incluir la dimensión del sentimiento. En una ocasión, me había dicho, que a él, Marie-Louise, también le había enseñado a resollar. Entonces me vino a la memoria uno de mis primeros sueños, y de los que más me habían impresionado, “...estaba en una cabaña, en las montañas, con Marie-Louise, tumbado junto a ella, mientras me cuenta como Jung le enseñó a hacer algo con el vientre, con el cuerpo. En un momento determinado, me sucedía como una crisis de asfixia. Entonces ella me cogía con energía la cabeza y me sacudía con fuerza, como para ayudarme a liberarme de algo y para que pudiera aprender lo que a ella, le había enseñado Jung...”
Muy fatigado ya y tambaleándose le pregunté, si quería que lo tumbara pero me dijo que no, porque le daba miedo acostarse. Me senté a su lado y mientras recostado sobre mi, escuchaba latir mi corazón, me dijo: ¡Vámonos...! ¡Vámonos...!. ¿A dónde?, le pregunte. “A ninguna parte”... “Llama a Agnes”... y tras unos minutos de silencio exclamó: ¡Un Ajedrez!... ¡Un Ajedrez!...
Poco después señalaría con un dedo la silueta de un “Triángulo”, mientras pronunciaba con esfuerzo y con dificultad la palabra “Veinte”, y ya muy cansado, se quedó dormido.
José desde hacía tiempo me encomendó, que llegado este momento, no quería que se hiciera nada a su muerte, ni misas, ni funerales, ni esquelas, solo incinerarlo y llevar sus cenizas a México para depositarlas junto a las pirámides. Y me encomendó, que junto con su hija Agnes, nos hiciéramos cargo de la custodia de sus trabajos, más de veinte publicaciones en cuatro idiomas, así como, que enviáramos a Berlín sus trabajos y estudios sobre el antiguo México y muy especialmente nos encargó ocuparnos de su Diccionario de Náhuatl, con más de cien mil entradas, en cinco idiomas, que conforman un total de veinticuatro volúmenes, sobre el que dijo Dieter Baumann, que era un trabajo sin igual y que sería sin duda una obra que perduraría durante centurias. José me dijo, que su trabajo no había sido reconocido, pero sí por Marie-Louise quien le dijo, en una ocasión, que él no se podía imaginar la importancia de los trabajos que él había realizado, y, especialmente, el de Número y Eros. También, le gustaba contar que en cierta ocasión, que fueron a pedirle informes a ella, de un departamento del gobierno Suizo, para otorgarle la nacionalidad a José, cuando a ella le preguntaron si creía que él, tendría éxito en sus investigaciones, entonces les respondió que, “...eran tan inteligentes que, quizá, sólo después de cien años serían reconocidas...”
Al día siguiente, cuando le llamé por teléfono desde España, ya fue la última vez que hablamos, le encontré con una mayor dificultad para articular las palabras, le pregunté como se encontraba y respondiendo con su habitual sentido del humor: “...Más puesto que un calcetín...”, al igual que durante los días atrás, cuando pese a su difícil situación, no había dejado de bromear con nosotros.
Cuatro días después, se abriría para él, la misteriosa fenestra aeternitatis y ya nos dejaría para siempre, pero durante ese tiempo se fueron reuniendo, a su alrededor, sus seres más queridos, a los que él tanto quiso, y también, por los que tanto había sufrido.
No me cabe ninguna duda, de que José Zavala, ha sido un hombre honesto, integro y autentico y con su amistad, sus enseñanzas y su ejemplo, ha afirmado mi fe en la vida y en su misterio. También puedo ver cómo, cuantas personas le conocieron o trabajaron con él, manifiestan su profundo afecto, respeto y consideración por esta personalidad de tan relevante humanidad y que con tanta humildad estuvo compartiendo su vida con nosotros. Con toda certeza, tiene de sobra merecido el descanso del guerrero, y como en sus versos preferidos de Enrique V: ¡...Que la Musa de Fuego, que asciende, lo lleve con ella, hasta el brillante Cielo de la Invención...”!
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