Un Sacrificio Azteca
Contemporáneo
Rafael Monzó
Dos meses después de la
muerte de José Zavala, recibí una carta desde Argentina de Marta S. Pérez, una
antigua amiga a la que conocí por nuestro común interés en la psicología de
C.G.Jung. Ella había traducido numerosos libros de psicología analítica y
siempre me había mostrado su interés y consideración por José Zavala, así como
por su obra. A lo largo del tiempo mantuvo relación con personas que conocieron
a Jung, como H. Yehezkel Kluger, analista casado con Rivkah Schärf, que fue una
de las más estimadas discípulas y colaboradoras de Jung, y también con su hija
Nomi Kluger, y con Pablo Naeff, sobrino de Toni Wolff, quien desde los años de
juventud fue amigo de Marie-Louise von Franz, y tuvo el privilegio de propiciar
en cierta ocasión el primer encuentro que ella mantuvo con Jung, cuando este
quiso reunirse durante una tarde en Bollingen con un grupo de jóvenes, para
poder cambiar impresiones.
En su carta relataba un sueño que
había tenido durante esos días en el cual: “... estaba anocheciendo, me
encontraba en un lugar desconocido, en un cruce de avenidas inmensas,
anchísimas, por las que no pasa ningún vehículo, de algún modo yo observo la
escena: llevan en andas a alguien que había estado enfermo, luego veo que se
trata del Dr. Zavala, lo llevan en andas dos hombres. El Dr. Zavala dice algo
así como que le han sacado el corazón... Algo se dice también sobre una mujer
que participaba de ese como cortejo, era criada o algo parecido. Al hombre lo
sacaban de algún lugar (¿Un hospital?, ¿Para llevarlo a ver un espectáculo? -
no en el sentido de un show sino como de algo que se presencia, podría ser una
representación teatral sacra, lo raro era que él estaba a la vez dentro de un
ritual, pues lo llevaban en andas, y también lo iba a presenciar como si se
tratase de otro - parece extraño, pero en el sueño era así). Yo también cruzo
por esas avenidas inmensas y me fijo por si vienen vehículos pero no se ve
ninguno, están desiertas. El Dr. Zavala tiene la camisa abierta, yo le miro el
pecho esperando ver un hueco, pero se ve sólo la piel del pecho normal. En
algún momento, también de forma extraña, el Dr. Zavala se fusiona con padre
Amadeo, un monje trapense ya fallecido que conocimos y que había compartido,
hacía algunos años, un tiempo con nosotros...”.
Cuando ella despertó de su sueño,
dijo que recordó inmediatamente la traducción que entonces estaba haciendo, del
libro de José Zavala: El desarrollo psíquico en la antigua simbología
mexicana[1], y que él
mismo le había estado supervisando hasta que comenzó su enfermedad. Se trataba
de la interpretación psicológica de un antiguo cántico mexicano, en cuyo texto
José aludía muy extensamente al corazón que los mexicanos ofrecían en
sacrificio para el orden del cosmos. Se hablaba de ello al inicio del cántico,
en el verso: "La flor, mi corazón, se está abriendo...", por
eso ella creyó que este sueño era realmente muy significativo. Allí él escribió
que el corazón y la flor estaban íntimamente relacionados, y que para los
antiguos mexicanos era el sacrificio del corazón el que permitía vivificar y
poner en movimiento al sol en su curso celeste.
La soñante en sus comentarios
también me decía, que el fortalecimiento del sol y el dotarlo de vida y
movimiento, gracias al sacrificio del corazón, hablaba de la acción de Eros,
que es sacrificio y entrega devotos, y que de ese modo se acrecentaba y se vivificaba
la conciencia. Esta imagen, le parecía anunciadora de esperanza para el ser
humano, porque más allá del sentido personal de este sueño, le parecía
vislumbrar también otra dimensión colectiva, y que ojalá que fuera así, pues en
la actualidad estaban sucediendo en el mundo acontecimientos realmente
terribles. También se acordó entonces de que en el simbolismo cristiano se
encontraban los motivos del "Sagrado Corazón de Jesús" y del
"Sagrado Corazón de María", y tanto la presencia del "padre
Amadeo" como el carácter de la "procesión" que tenía lugar
durante el sueño le sugerían que allí se aludía sin duda a un aspecto
religioso.
Poco
después y de manera muy significativa entonces para mí, supe
por medio de Agnes Zavala, que en 1964, siendo su padre actor y director del
teatro universitario de Durango, él había llegado a representar el papel de
Teyatzín en la obra del escritor mexicano Apolonio Pérez, la cual precisamente
tenía por título, Sacrificio
a los dioses.
Conmovido por las circunstancias
y el relato de este sueño, como era sabido que el corazón representaba el
órgano más preciado que los aztecas podían ofrecer a sus dioses y que
precisamente había sido el deseo expreso de José Zavala, que a su muerte, no se
realizaran misas, ni funerales y que sus cenizas fueran llevadas a Teotihuacan,
junto a las pirámides del Sol y de la Luna, quise nuevamente leer su libro y
con gran sorpresa para mí, encontré que había escrito en la introducción
refiriéndose a la antigua ciudad de Tenochtitlán, que esta llegaría a ser la
ciudad más grande y mejor organizada del mundo en aquel entonces, y que también
como en “el cruce de avenidas” de nuestro sueño, aquella ciudad estaba dividida
“mediante dos grandes calles entrecruzadas”, que formaban cuatro distritos, conteniendo
templos, palacios, escuelas de música y de estudios superiores, con bibliotecas
e incluso con un gran jardín zoológico.
Así mismo relataba en su trabajo,
en cuanto a la actitud religiosa de aquellos ciudadanos, “que por la devoción
con la que llevaban a cabo sus prácticas religiosas, y la atención que
dispensaban a sus dioses, los antiguos mexicanos serían envidiados por los
tercos inquisidores. En nombre del cristianismo todo fue destruido brutal,
atrozmente y con una crueldad que dejó en las sombras el horror de los
sacrificios humanos. Pero el deflujo mexicano de los dioses no se detuvo en
absoluto por eso, el calendario llamado Tonalamatl fue y sigue siendo
tenido en cuenta una y otra vez para el cálculo del tiempo hasta el día de hoy.
Las fiestas son celebradas una y otra vez y los textos entonados y recitados
aún con la misma devoción, pero sin la pompa de aquellos tiempos, al igual que
también la fiesta de Atamulcualitzli se sigue aún celebrando siempre con
sencillez en las cadenas montañosas mexicanas”.
En el prefacio que Marie-Louise
von Franz le escribió para este libro, ella diría que “el Cántico Religioso que
comenta el Dr. Zavala, penetra iluminando los profundos trasfondos de la
cultura primordial mexicana y que en ninguna parte, él había herido con una
interpretación racional, su secreto del acontecer de la imagen primordial, el
motivo de las nupcias sagradas, aquél que representa en todas las grandes
religiones un secreto último, un arquetipo, cuya activación en la vida del individuo
tiene consecuencia curativa, el devenir entero y la solución de conflictos”.
También él había escrito en
la introducción de esta interpretación psicológica del Canto Mexicano, que, “se
hace visible que el accionar religioso de los hombres, les permite una confrontación
con los contenidos del inconsciente, y a través de esto llevar a cabo el
proceso de individuación. El cántico interpretado, es así un testimonio antiguo
de la confrontación con los poderes del inconsciente, tal como era necesario
para los hombres de todos los tiempos, y tanto más lo es hoy, pues el hombre
actual se encuentra amenazado por la perdida del alma, o la ha perdido ya y
debe buscarla nuevamente. Es el mérito de C. G. Jung, el habernos forjado y
regalado la llave que abre las puertas del inconsciente a la comprensión
científica, humana y práctica. De ese modo es posible abrir al hombre de hoy
hasta cierto punto el sentido de un texto tan oscuro y revuelto, y producir una
comprensión aún más profunda entre los hombres de dos culturas tan diferentes:
la europea y la mexicana”.
Por eso, a mi modo de ver, no
deja de ser de gran significación que precisamente en la lisis del sueño que
comentamos, aparezca José Zavala fusionándose con un monje trapense
norteamericano, que vivió de manera individual y abierta su propia vocación
religiosa y que había mantenido una actitud crítica con su comunidad. Él con
sus propias manos erigió una ermita de piedra cerca de su monasterio, y también
tendría amistad con Alan Watts, filósofo y teólogo, experto en religiones
comparadas, a quien conoció en un encuentro al que ambos acudieron. Durante el
tiempo que permaneció el padre Amadeo con la soñante y otros compañeros, él les
obsequió con una pequeña sirena de piedra que había esculpido y que aún
permanece en un pequeño estanque del jardín. En un trabajo desarrollado por
Iolanda Stocchi[2], ella
interpretaba este motivo simbólico de la sirena como una tentativa de
encarnación y redención del principio femenino y del Eros, que es aquel
principio que permite poner en relación y unir a los opuestos. Fue como es
sabido uno de los grandes aportes de Jung y Marie-Louise von Franz, el haber
puesto precisamente el acento en la necesidad de la rehabilitación de la
función del sentimiento, el principio femenino y del Eros en nuestro tiempo.
Esta dimensión vinculada al mundo
de los afectos y la vivencia interior así como los motivos de la flor y del
corazón, que aparecían en el cántico, me hicieron recordar entonces, cuando dos
años antes de su muerte, José Zavala me dijo en una ocasión: “...sabes, creo
que ya me voy a morir pronto... tuve este sueño: “...estoy con X y veía en
un camino, una jovencita que agitaba una flor en su mano... esperando que le
dijera que era una rosa... y entonces de pronto, se escucho una voz que decía:
...”El rojo jitomate y el palpitante Eros tienen que unirse en Europa en
Occidente”...”.
Enseguida relacioné su sueño con lo que había
escribió Marie-Louise von Franz al final de su articulo, La rehabilitación
de la función del sentimiento por C.G.Jung en nuestra civilización
contemporánea,[3] decía
que “frente al infantil amor cristiano al prójimo, debemos volvernos a él como
a un amor humano general en “un nivel más elevado”. ¿Cómo sería esto más o
menos?, Jung lo llama: “una nueva forma de Eros (amor), que tiene una acción
totalizadora, curativa y es la irradiación de una personalidad individuada.”[4]
“Este Eros
es además un principio femenino reconocido[5]. Esta
forma de amor estuvo simbolizada en la tradición alquimista por una extraña
imagen: con la sangre de color rosado, que exuda de la piedra de los sabios u “homo putíssimus”
y cura a todos los hombres. Homo putissimus
significa el hombre más exudado o el más genuino (no mezclado), en
contraposición a Cristo el homo purisimus,
el hombre más puro[6]. Él es un
hombre que conoce todo lo humano y no es falseado por ninguna influencia ni
mezcla ajena. Él liberará al mundo del mal al final de los tiempos mediante su
sangre color de rosa. Esta simboliza cierta clase de Eros, que unifica tanto al
uno como a los muchos, y vuelve total al individuo así como la multitud,
y con el cual tiene que compensar la falta de sentimiento de nuestra época, una
forma de amor que está ligada con un más elevado autoconocimiento y visión
interior. El que hasta aquí fuera amor cristiano era demasiado ciego y sin
visión interior, por él puede explicarse hasta la Inquisición. “Cuanto más
ciego es el amor", dice Jung,[7] tanto más
instintivo e impulsivo es, y lleva a consecuencias destructivas, pues es una dynamis que
necesita forma y orientación". Para su utilización correcta necesita por
eso una conciencia ampliada y un punto de vista más elevado, pues un hombre
inconsciente es extraviado por sus proyecciones y no puede por eso ver al otro
en absoluto ni amarlo como es. “
Marie-Louise von Franz finalizaba su escrito diciendo, “Jung vio su propia
tarea en el mejoramiento del individuo, lo que precisamente no da resultado sin
una relación de sentimiento, personal y única. Quizás él entre más tarde alguna
vez en la historia, como aquel caballero perseguido que volvió a traer a la
sociedad la desaparecida copa del Grial, el principio femenino del Eros, es
decir, como aquel "homo putissimus"
de la Alquimia, que rezumaba una sangre color de rosa una nueva forma de amor
curativa y totalizadora, la que no pudo neutralizar el par de opuestos
recientemente llamados colectivo-individuo, pero que sin embargo pudo
trascenderlos.”
El color rojo se asocia
tradicionalmente con la emoción y la pasión. En México, me dijo José
Zavala, se usaba el término “colorado” para referirse a algunas situaciones o
vivencias dolorosas y dramáticas, o a los difíciles momentos de conflicto y
sufrimiento que a todos en ocasiones nos toca experimentar en la vida. También
a veces llegamos a sentirnos inundados y desbordados por poderosas emociones
que surgen autónomamente, y ante las cuales nuestro yo resulta arrastrado
incapaz de confrontar y soportar la tensión de opuestos o los contenidos
psíquicos que allí se expresan, sin alcanzar a ver el sentido individual que se
oculta tras ellos.
Con relación al jitomate me
dijo, que en una ocasión un mexicano le explicó mientras extendía los dedos de
la mano, que nunca dijera “sólo” tomate, que tenía que decir siempre jitomate,
porque el prefijo ji,
alude al “ombligo”, aquello que lo contiene y que lo sujeta para que no
estalle, porque tomate en náhuatl se refiere a algo que esta a punto de
explotar.
De una forma concretista se
puede ver esto en una ciudad próxima a Valencia llamada Buñol, en donde un peculiar
festejo a adquirido en los últimos años, una inusitada popularidad incluso
internacional, porque de forma espontánea allí se viene celebrando anualmente
lo que se denomina “La Tomatína”, que consiste en la entrada al centro de la
población, de camiones que descargan toneladas de tomates para que durante unas
horas, pueda tener lugar allí una autentica batalla campal entre los miles de
asistentes, quienes se lanzan los tomates unos a otros y los hacen estallar, en
un frenético clima emocional de exaltada alegría y regocijo.
También José Zavala me comentó
que se podía encontrar un paralelo de este motivo, en el hexagrama del I Ching:
La Plenitud. Donde se dice que el trueno y el rayo son la imagen de la
plenitud, que alude a un estado extraordinario de plenitud, pero a toda
plenitud le sigue un vacío, a todo crecimiento un decrecimiento, y ante este
devenir, se explica allí, que solo existe un medio destinado a obtener bases
firmes en épocas de grandeza, y éste sería la expansión espiritual. “Únicamente
cuando se logra atraer a círculos de gente cada vez más amplios para
introducirlos en la plenitud, podrá de esta manera durar, pues únicamente así
mientras se prolongue de este modo, podrá continuar el movimiento sin caer en
su contrario”.
Desde un punto de vista
psicológico se podría decir pues, que confrontar y contener conscientemente
esas poderosas emociones que están a punto de estallar y que surgen
autónomamente, conduce al desarrollo espiritual, lo que es lo mismo al
desarrollo de la conciencia individual y colectiva. Así pues el mensaje que
propone el inconsciente a través de este sueño podría indicar que para el
desarrollo psíquico, representa una necesidad el que nos podamos poner en
contacto conscientemente con las emociones, porque la tendencia y el impulso
natural es, o bien de identificarse con ellas o por el contrario reprimirlas o
racionalizarlas, pero si damos un paso más allá y somos capaces de legar a
relacionarnos conscientemente con ellas, lo que se hace posible si incluimos el
principio del Eros, que es el principio de relación, entonces conteniendo las
emociones y confrontándolas conscientemente, es posible - Deo concedente -
ver quizás la imagen, el símbolo que se encuentra tras ellas y que nos puede
permitir entonces hacer un puente que nos acerque hacia el sentido individual,
y desde el punto de vista psicológico avanzar en el proceso de individuación
que es la meta de la evolución psíquica.
Jung mismo nos cuenta en sus
memorias, cómo de una forma similar, durante la crisis personal que sufrió tras
su separación de Freud, él desarrolló de una manera espontánea lo que después
denominaría como la activa imaginación, y todo aquel flujo de imágenes y
vivencias que tras aquellos intensos estados emocionales fueron emergiendo en aquel
periodo, darían luego lugar a su conocido Libro Rojo[8]. Allí se
pudo expresar el contenido de todo lo que sería a partir de entonces el trabajo
de su vida y que así mismo le permitió acercarse a su propio mito personal.
La
misteriosa voz del sueño alude al “Eros palpitante”, y esto lo encontramos
relacionado con el motivo del corazón, todos hemos sentido esos latidos de
vida, cuando para bien o para mal nos hemos visto sorprendidos y conmovidos por
intensas emociones. Jung en su Seminario de Sueños[9], se
referirá al corazón, como al lugar de la vida y también como un símbolo de las
emociones: “los indios pueblo dicen que ellos piensan con su corazón, ellos
creen que el hombre blanco está loco porque piensa con su cabeza. Los negros a
menudo dicen que piensan con el estomago. En la medida que el hombre es más
civilizado el pensamiento se sitúa en la cabeza. Se reduce todo al pensamiento
racional, el intelecto se identifica con él y se vuelve unilateral, pero las
ideas “mecanicistas” son un prejuicio de nuestra mente racional. Un hombre deja
de vivir cuando vive sólo por ideas racionales. Cuesta un gran esfuerzo y
tiempo podernos librar de esto y regresar al corazón humano”.
Jung como en tantas otras cosas, fue también en esto pionero, porque no ha sido
sino hasta ahora, en nuestra actualidad, cuando la neurociencia ha reconocido
finalmente la importancia en plano de igualdad de los procesos racionales, con
las emociones y los sentimientos, que éstos tienen incluso un peso más
importante en nuestra identidad, nuestro comportamiento y nuestra salud. Ahora
hasta se habla ya coloquialmente de la llamada inteligencia emocional.
También con relación a ese
lenguaje de las emociones y del corazón, expresado a través de las vivencias y
opuesto al pensamiento racional y abstracto que de una forma unilateral ha
predominado en Europa en Occidente, me vino a la memoria, la referencia que
Marie-Louise von Franz hiciera en tres de sus escritos[10], sobre
un sueño que tuvo José Zavala. Allí Marie-Louis decía: “Recuerdo el caso
peculiar e impresionante de un mexicano, católico y culto. Aunque desde un
principio me resultó simpático, me sentía incomoda con respecto a él, porque no
conseguía entenderle y sospechaba, al mismo tiempo, que tampoco él sabía qué
hacer con lo que yo decía. Luego, de repente y sin ningún nexo aparente con su
vida exterior, tuvo este sueño: ... “En la oquedad de un árbol había una
obsidiana muy grande. De repente ésta cobró vida, saltó del árbol y comenzó a
rodar por el suelo de manera amenazadora hacia el soñador. Él se asustó mucho y
echó a correr para salvarse. El soñador encontró luego a un par de trabajadores
que habían cavado un hoyo cuadrado en la tierra. Éstos le gritaron que se
metiera dentro y se quedara quieto. El soñador lo hizo y entonces la obsidiana
comenzó a encogerse cada vez más hasta tal punto que se redujo al tamaño de un
puño, poniéndose dócilmente a los pies del soñante...”.
Cuando escuchó este sueño,
dijo que ella exclamó sin querer: “!Pero, Dios mío!. ¿Qué tiene que ver usted
con Tezcatlipoca?“. Por casualidad sabía que la obsidiana era el principal
símbolo de esta antigua divinidad azteca. Así descubrí que el soñador era por ¾
partes azteca, lo que hasta el momento nunca había revelado, puesto que en
México aún existen prejuicios raciales. Ahora sabía por qué nuestra
comunicación y reciproca comprensión eran tan difíciles: los amerindios piensan
de manera mitológico-metafórica y por tanto con el corazón, y nuestro
pensamiento racional y abstracto les resulta completamente ajeno. Entonces me
adapté y comenzamos así a entendernos. Este sueño abrió una profunda herida en
el soñador y afloró a la superficie no sólo un profundo dolor y rencor por las
atrocidades llevadas a cabo por el seudo “cristiano” Cortés y su banda de
aventureros codiciosos de oro, sino también un ardiente interés por las
antiguas divinidades aztecas. Así este hombre reencontró sus raíces y comenzó
en modo creativo a trabajar con antiguos textos aztecas. Su neurosis se curó y
él fue transformándose cada vez más en si mismo. Ahora podía comprender mucho
mejor también las verdades cristianas, o sea verlas en su paralelismo
arquetípico con los mitos religiosos aztecas. Aunque los delitos de Cortés se
remontan a más de 400 años, este hecho histórico se escondía en modo directo
detrás de aquella desorientación del alma que vivía el soñador y por la cual él
se había sometido a análisis. La imagen divina arquetípica todavía viva, el
dios Tezcatlipoca, estaba verdaderamente, y no de forma simbólica,
persiguiéndolo y ahora que le hacía frente y se relacionaba con él, era capaz
de encontrar el contacto con las almas de sus antepasados y con sus raíces
culturales y religiosas”.
No cabe duda de que José Zavala conocía
el lenguaje del corazón, por eso era tan profundo, y al mismo tiempo por ello
no sería comprendido por muchos. No deja de ser una gran paradoja, que después
de tantos años, ha tenido que ser precisamente un mexicano, quien viniera a
enseñarnos el lenguaje del alma, la psicología, precisamente a nosotros los
españoles. Él llevó a cabo un enorme trabajo creativo y sus numerosos escritos
trataron sobre las más variadas materias, destacando sus investigaciones sobre
la vida religiosa, en relación con el antiguo México, al que hizo más
compresible a los europeos. Entre todos sus trabajos es de destacar
especialmente su Diccionario de Terminos Náhuatl, con miles de entradas,
en cinco idiomas, que conforman un total de veinticuatro volúmenes, sobre el
que dijo Dieter Baumann, que éste era un trabajo sin igual y que sería una obra
que perduraría durante centurias. José Zavala sabía que su trabajo no había
sido reconocido, pero sí lo fue para Marie-Louise von Franz quien en una
ocasión le diría, que él no se podía imaginar la importancia que en un futuro
tendrían sus investigaciones y en especial, aquellas que realizó sobre la
dimensión arquetípica de los números y el Eros, en relación con el fenómeno de
la sincronicidad.[11]
Dieter Baumann durante el
primer encuentro que realizamos después de la muerte de José Zavala[12], comparó
el esfuerzo creativo que José había hecho durante su vida, con el propio
compromiso que Jung realizó con su destino personal, y así mismo continuaría
refiriéndose intuitivamente y en paralelo, sin conocer las opiniones que en
esta misma dirección había tenido también Marie-Louis von Franz, al respecto de
que José Zavala con su propio sacrificio en su esfuerzo creativo, había dado su
energía a los Dioses Mexicanos, y había ayudado como en los ritos antiguos a
que volviera a surgir el sol cada mañana, como un símbolo de la conciencia de
los individuos y de la humanidad.
Nos dijo que Jung había considerado el Fausto de Goethe como
una obra inacabada, y que la propia vida de Jung fue, como si hubiera sido una
penitencia por Fausto. Muy interesado por esta cuestión del destino personal de
Jung en relación con un mito de nuestra cultura, y en paralelo con el esfuerzo
creativo de José Zavala en relación a su vez con los mitos mexicanos, busqué
los propios comentarios que al respecto Jung mismo había realizado en su libro Recuerdos,
sueños y pensamientos[13], allí decía que “cuando llevo a cabo su experimento de penetrar en la
senda insegura que conducía a las profundidades del inconsciente, pensó en las
palabras de Goethe: “... atrévete a abrir las puertas ante las cuales todos
prefieren pasar de largo...”. Aquel drama expresado en el antagonismo entre
el espíritu y la materia a través de Fausto y Mefistófeles, decía que expresaba
su propio destino y Goethe con esta obra había dado repuesta a las cuestiones
de la época. Pero Jung censuraba la solución definitiva del libro y sentía como
si él mimo hubiera tomado parte del trágico desenlace de Filemon y Baucis,
sintiéndose en la responsabilidad de expiar esa culpa o evitar su repetición y
así nos dice que él vinculó en su obra conscientemente “ lo que Fausto dejó
pasar por alto: el respeto a los eternos derechos humanos, el aprecio de lo
antiguo y la continuidad de la cultura y de la hitoria del espíritu”.
En el drama de Fausto, la pareja de ancianos Filemon y Baucis, que en
una época atea eran los únicos que todavía daban culto a los dioses, morirían
en su casa destruida por el fuego, a causa de la ambición de su vecino Fausto,
que en la extrema vejez, anhelaba aquel paraje para su residencia desde donde
poder divisar la amplitud de sus enormes propiedades. Dieter Baumann mencionaba
en su comentario que “sería necesario superar la actitud colectiva “fáustica”
que lleva al fin del mundo (la conquista de la naturaleza, la destrucción de la
materia, la sobrepoblación, la globalización...). Así la vida de Jung como
individuo, había sido la contraria de esa actitud y también al mismo tiempo una
compensación de esa actitud “fáustica” generalizada. La consideración de estos
valores del Eros, son demasiado pequeños para muchos, y el espíritu de
conquista muy grande. Pero el problema del poder, se aminora cuando uno es
profundo en una reflexión”. José Zavala, diría Dieter Baumann, “había sido un
individuo que hizo todos sus trabajos sin una actitud mercenaria y con un
carácter modesto. Él había realizado muchas investigaciones con el Calendario
Mexicano, el I Ching, y con el espíritu de Eros, ese principio que Marie-Louise
von Franz decía que estaba más en relación con el fenómeno de la sincronicidad,
así como la causalidad lo estaba en relación con el Logos. La sincronicidad
expresa el “espíritu del momento” y los mexicanos habían alcanzado una gran
precisión con su calendario, pero también ellos tuvieron una religión del
miedo, hacían las “guerras de las flores” para coger prisioneros y
sacrificarlos, porque si no hacían esto, el tiempo se detendría”.
Jung,
se refirió en su libro de memorias[14] a su encuentro con Lago de Montaña, un jefe de los indios Pueblo de
Nuevo México, quien le contó, que su religión ayudaba al sol a mantener la
vida. Más tarde de manera imprevista y prodigiosa, también Dieter Baumann lo
llegaría a conocer a él personalmente en su primer viaje de conferencias que
realizó por Estados Unidos. “Nosotros somos un pueblo, que vive en el techo del
mundo”, le reveló Lago de Montaña a Jung, “somos los hijos del padre sol, y con
nuestra religión ayudamos diariamente a nuestro padre a recorrer el cielo. No
lo hacemos solo por nosotros, sino para todo el mundo. Si no pudiéramos ejercer
más nuestra religión, no saldría el sol ya más en diez años. Entonces sería
siempre de noche”. Al escuchar estas palabras dice Jung, “que comprendió en qué
consistía la “dignidad”, la serena naturalidad del individuo: es el hijo del
sol, su vida tiene un sentido cosmológico, ayuda a su padre y mantenedor de
toda vida, en su salida y ocaso diarios”.
Dieter Baumann también nos citó en aquella ocasión el relato de que en
el pasado “unos indios en EE.UU., seguían al sol para darle la fuerza y que de
esta manera este pudiera así renacer cada día. ¡Qué puede existir más digno que
ser responsable de la continuidad del sol, del consciente y de la vida!”, nos
decía. “Ellos celebraban unas “carreras”, en las que semidesnudos se pegaban en
el cuerpo plumones de águila, que es la única ave de la que se dice que capaz
de volar y mirar al sol, y pensaban que esas plumas que se iban desprendiendo
con el esfuerzo sobrehumano que realizaban corriendo, transportaban las fuerzas
de su frenética carrera hasta el mismo sol”. Desde el punto de vista
psicológico nos decía, “esta era una forma más elevada, más desarrollada, y menos
primitiva que aquella que representaron los sacrificios humanos, y que
practicaban los aztecas, de esta otra manera también se le daba la propia
energía al Dios, pero esto se realizaba mediante el propio sacrificio. De la
misma manera José Zavala había continuado este proceso en su propia vida, él
había dado la energía a los Dioses Mexicanos, él había reflexionado, había
ayudado así a hacer un puente entre el antiguo México y Europa, había hecho una
búsqueda sobre el sentido psicológico de sus mitos y lo que significan en la
vida de cada uno.¡Esto es lo que necesita nuestra civilización!”, nos dijo.
Terminaba su comentario aludiendo a que en Europa los países mediterráneos no
habían conocido la Reforma, y por eso los protestantes allí fueron considerados
como herejes. “Pero la Reforma que por un lado había permitido una relación más
directa con la divinidad, sin la necesidad de tener que disponer de
intermediarios, sin embargo para Jung, ellos se habían quedado a medio camino,
porque solo “protestaron”, la continuación era la psicología, y también él
consideró que no solo existía un Dios en el Cielo, sino que había además un
Dios interior, pero que precisamente este no era “solamente bueno”, como así se
pensaba en el Cristianismo”.
Este
ámbito de la espontánea vivencia interior religiosa sitúa al individuo en el
centro y en el lugar primordial. Sería el destino personal de José Zavala tomar este
camino de la psicología y de lo que podría denominarse como una religión
interior. Así también en el sueño que nos ocupa,
encontraremos resaltada de esta manera su presencia, él mismo se encuentra en
un cruce de inmensas avenidas y
es llevado
en andas por dos hombres, como para participar en un acto sacro. También se dicen el sueño que
había estado enfermo, y precisamente esta es una de las características
primordiales del médico que antes tiene que curarse a sí mismo, así como en la
tradición chamanica es también habitual que sea una enfermedad la que pueda
llegar a ser el signo de su elección, y solo después de haber podido superar
ese doloroso trance será entonces cuando ya pueda, como el analista contemporáneo
traducir el mensaje del inconsciente, aquel que es
capaz de traer la curación y de orientar hacia el orden y el sentido.
Desde
un punto de vista psicológico en el varón, es el arquetipo del anima o el del
viejo sabio aquel que cumple esta función de guía, y así también en el sueño
vamos a encontrarnos con la compañía de esta figura, de una mujer servidora
que participa en el cortejo. De todos es bien
conocida la presencia de Beatriz en La Divina Comedia en donde ella se
muestra al servicio del Sí-mismo, guiando y conduciendo a Dante en su viaje
interior.
El sueño trascurre en un cruce de avenidas,
al igual que aquellas que se encontraban en Tenochtitlán, donde se alzan las
pirámides del sol y de la luna. En la antigüedad los griegos alzaban en los
cruces de caminos las hermas, unos monolitos de piedra que representaban
al dios de la revelación Hermes como guía de caminos, y luego también lo fue
para los romanos el ambivalente dios viajero Hermes-Mercurio, el cual sería
considerado como una representación del Espíritu
Individuationis por Jung. Precisamente en la antigua religión mexicana encontraremos un paralelo de esta figura arquetípica en Tezcatlipoca, la cual como
vimos antes estaría muy presente en la vida de José Zavala.
Con relación a este valor primordial del individuo y a la psicología como
vocación, en una entrevista que le hicieron a Dieter Baumann en 1998[15], en la
que hablaba de sus recuerdos familiares y de la vitalidad creativa de los
pequeños grupos de investigación, dedicados a la psicología analítica, decía
que Jung, “estimulaba a todo aquel que quería seguir un camino propio creativo,
y le daba alegría estimular a otros a tener el valor de continuar el propio
camino de individuación”. Allí continuaba diciendo “que cuanto más uno se
desarrolla en su creatividad, menos necesidad tiene de empezar a influenciar a
los demás, y mucho menos de oficializar el camino que uno ha hecho”. Después se
refería a un comentario de Jung, al respecto de que la gente se divierte
jugando juntos “al pastor y sus ovejas”, lo cual no tiene nada que ver con el Hombre
Interior. Todos los institutos y escuelas psicológicas tienen el merito de
difundir, de hacer puentes, pero cuando desarrollan una ideología pueden caer
en el dogmatismo”, y decía que ellos en Suiza desde 1981, tenían un grupo
informal de amigos, fundado por Marie-Louise von Franz y otros que habían dado
su estimulo. “No tenemos ninguna estructura ni presidente, solamente nos
reunimos y cualquiera de nosotros presenta un trabajo que ha escrito o alguna
investigación que está realizando y luego lo discutimos entre todos. También en
Italia, España y Estados Unidos se formaron grupos junguianos vitales y
profundamente estudiosos, que no están aceptados por la Sociedad Internacional,
por lo que para las personas que tienen ambición, no son estos grupos
interesantes, porque parecen demasiado caóticos para ellos, sin embargo, son
muy inquietos y creativos e investigan, crean y se autogestionan, sin las
pretensiones de poder de las grandes instituciones “hiperorganizadas”, que no
permiten el desarrollo “individual”, ni dejan espacio para el Eros.” En este
sentido Dieter Baumann me dijo en una ocasión, que él pensaba que la generación
a la que pertenecía quizás fuera la última de únicamente analistas
profesionales, porque creía que en el futuro podría llegar a ser como “los
curas obreros”, que trabajan por su propia individuación, pero también al mismo
tiempo, trabajan con otros y como los otros.
Esta sería también la actitud de José Zavala, quien durante décadas coordinaría
uno de esos grupos en España, y fue en esta dirección del desarrollo del
consciente colectivo de la humanidad a través del proceso psicológico
individual, donde él, también nos alentaba a participar, “porque la naturaleza misma
arquetípica de nuestro tiempo de crisis nos obliga a ello. Tal vez, nosotros
que intentamos salvaguardar la psicología junguiana, podamos realizar en
nosotros mismos psicológicamente el sentido de nuestro tiempo y actuar en
consecuencia. Tal vez fuera posible para nosotros soportar el sufrimiento que
la tensión de los opuestos y la relativización del mal llevan consigo”.
También con relación con
este tema central del valor del individuo y el desarrollo de la consciencia, en
cierta ocasión José Zavala presentó en Ravena una conferencia, cuyo título era,
El curso del sol y el camino del hombre[16]
él planteaba allí que el drama que tuvo que vivir el antiguo México, con la
llegada de los conquistadores españoles, fue debido a que bajo la dominante del
consciente colectivo de la época, ellos no pudieron realizar ni objetiva ni
subjetivamente el impulso que emergía del inconsciente, en la forma de la
necesidad de dar un espacio al individuo, en aquella sociedad donde el
individuo no era tenido en cuenta y donde solo tenían alma el emperador, los
sacerdotes y los aristócratas.
En aquel tiempo hace
ahora 500 años, decía, “el inconsciente empujó a los mexicanos a una situación
en la cual debían escoger: o entendían aquella necesidad simbólica y
subjetivamente, es decir psicológicamente, o bien habrían de ser destruidos.
Había indicios de que ellos llegaron a poseer una idea de la
proyección y de la existencia objetiva del inconsciente, pero él no creía que
se pudiera afirma que su desarrollo espiritual hubiera llegado al umbral de la
observación psicológica y pensaba que no tuvieron suficiente tiempo para
alcanzar ese nivel, pero en ningún caso ellos llegaron a reconocer el valor del
individuo, del hombre en si, por lo cual nos decía, que esa situación le
recordaba a la que ahora también está viviendo nuestro mundo contemporáneo.”
Ocurrió entonces que en
México, diez años antes de la llegada de los Españoles, el ocaso de aquella
cultura fue preanunciado mediante una serie de portentos, entre los cuales el
primero fue el avistamiento, de un cuerpo luminoso que permaneció suspendido en
el cielo, y al que llamaron La Flor de Maíz. Aquella visión, nos decía,
“representó un desafió para el individuo, el cual debía comprenderlo y realizar
su sentido. Pero evidentemente, solo un insuficiente número de individuos,
estuvo entonces a la altura de semejante tarea. Si estos hubieran sido bastante
numerosos habrían gradualmente alcanzado un nuevo nivel de vida, un nuevo y más
elevado concepto de ella misma, entonces el antiguo México no habría terminado
y el sol habría podido continuar su curso.”
José Zavala terminó su
exposición entonces diciendo, “que no se puede negar que la situación de hoy,
recuerda aquella que antaño sucedió en México, porque el fenómeno ligado a los
UFOS, sigue estando hoy en día de actualidad y está en el origen de un gran
miedo e inquietud. Como Jung había escrito en 1958, en su libro Un mito
moderno. De cosas que se ven en el cielo[17],
el hombre actual, como lo estuvo el mexicano de entonces, se encuentra ante
el mismo desafío: el sentido de tal fenómeno psíquico debe ser comprendido y
realizado subjetiva e individualmente”, pero a diferencia de los antiguos
mexicanos, concluía, el hombre de hoy posee el instrumento necesario para
llevar adelante esta empresa, esto es, la psicología del inconsciente que fue
desarrollada por C.G.Jung y Marie-Louise von Franz a los que por ello, debemos
de estar tan profundamente agradecidos.
Jung en su libro, se
refería al mito de los discos voladores, sugiriendo que desde el punto de vista
simbólico, por la forma esférica, circular o mandálica que presentan estos
fenómenos, corresponden por tanto, a una de las representaciones de un símbolo
de totalidad, por lo que entonces estos fenómenos podrían ser vistos
psicológicamente, como una compensación del inconsciente a consecuencia de la
unilateralidad de nuestra conciencia actual.
Con relación a esta
cuestión de la unilateralidad en una entrevista que le fue realizada a
Marie-Louise von Franz[18]
explicaba que toda civilización necesita un mito para no sentirse desorientada,
pero el mito cristiano en el que nos hemos desarrollado, ahora resulta
insuficiente y unilateral, porque no encara los problemas que plantean los
opuestos debido al poco o nulo reconocimiento de la parte femenina y sobre todo
de su lado oscuro, y también al haber relegado a un segundo plano el problema
del mal. Como Jung alcanzaría a descubrir, fue el mito de la alquimia, aquel
que pudo compensar al mito cristiano. Porque en él se trata del proceso de la
unión de los opuestos, del Mysterium Coniunctionis, pero este proceso de
reconciliación entre opuestos era algo que nunca podría llevarse a cabo, solo
mediante nuestra forma de pensar exclusivamente racional, porque era necesario
para ello también la inclusión del principio del Eros.
Jung
se interesó especialmente en un curioso texto alquímico medieval titulado Aurora
Consurgens (Aurora Naciente), el cual tradicionalmente había sido atribuido a
Tomas de Aquino, quien al final de su vida habría tenido una visión de la
Sabiduría, en su manifestación femenina, y entonces él solo pudo llegar a expresar
esa inefable vivencia interior mediante el lenguaje de la alquimia, pero
utilizando para ello citas del Antiguo y Nuevo Testamento y
especialmente del Cantar de los Cantares, esto fue algo que la Iglesia
nunca aceptó y lo consideraría como una profanación de los misterios
cristianos. Jung le entregó a Marie-Louise von Franz este manuscrito y
le sugirió que de paso que lo iba a traducir, por qué no realizaba al mismo
tiempo un comentario psicológico, y la animó a investigar incluso en la
biblioteca del Vaticano en relación con algunos escritos de Tomás de Aquino,
pero allí cuando supieron de sus intenciones no la quisieron ayudar. A estas
investigaciones dedicó quince años, y fue de todos sus escritos del que decía
ella que más satisfecha se habría sentido. Después de concluido su trabajo
llegó en una ocasión a sugerir que tenía la sensación de haber puesto con este
libro, una bomba de relojería en el Vaticano, y es un hecho que hasta el día de
hoy todavía no ha habido por parte de esa institución ningún comentario sobre
esta publicación. Jung mismo consideró este trabajo como verdadero oro
alquímico, y quiso que formara parte como tercer volumen de su obra magna, Mysterium
Coniunctionis, que se publicaría en 1954, en el cual trató extensamente el problema y
el misterio de la unión de los opuestos, mediante cuantiosos paralelos y
amplificaciones de textos antiguos.
Algún tiempo después tras
recuperarse de una grave enfermedad, le contó a Marie-Louise von Franz que
durante aquellos días había tenido unas visiones en relación con la unión del
principio masculino y femenino, el motivo simbólico que es conocido como las
bodas químicas, místicas o el hierosgamos, como eran por ejemplo la unió
de Zeus y Era en la mitología griega, las bodas del Cordero y la Jerusalén
celestial en el Apocalipsis, o también la unión de Malkouth y Tipheret que
aparecía en la Cábala. Jung diría en sus memorias que estas experiencias habían
sido para él, la confirmación de todo cuanto había escrito en su libro, y
sentía que con esta obra su tarea estaba terminada, y
su psicología se situaba definitivamente en la realidad, porque se cimentaba
históricamente como un todo, al haber descubierto el puente que unía la
filosofía de los gnósticos a través de la alquimia, con la actual psicología
del inconsciente. En ella nuevamente y de una manera empírica, Jung
retomaría el problema de la unión de los opuestos y de la totalidad psíquica
expresada en la espontánea vivencia individual, a través del proceso de
individuación, como expresión de toda evolución psíquica y cuya meta se
expresaba bajo el simbolismo del Sí-mismo y del Mándala.
Este
valor primordial del individuo y del desarrollo de la conciencia del ser humano
individual, pensaba Jung que sería la única posibilidad de supervivencia para
la Humanidad. Creía que cuantos más individuos hubiera capaces de aguantar en
ellos mismos la tensión de los opuestos, menos posibilidades habría de que en
un futuro pudiera llegar a acontecer una tercera Guerra Mundial. De esta manera
poco después de que tuviera lugar la explosión de la bomba atómica, diría “...
en la actualidad el mundo pende de un hilo delgado, que es la psique del
hombre, porque el mundo puede ahora ser destruido por él”.
Si
retomamos nuestro sueño, encontramos que el inconsciente no solo pone en el
lugar central al individuo como hemos visto, sino que al ser llevado en andas,
también lo eleva y lo sitúa precisamente en el eje vertical, aquel que así
mismo es predominante en la pirámide o en la herma. El eje vertical es una
conocida manifestación en distintas culturas del Axis Mundi, la representación de un eje
virtual que une el cielo con la tierra, la más universal pareja de opuestos.
Las montañas o las numerosas construcciones como las pirámides, los zigurats,
las torres, campanarios, minaretes, monolitos, etc. son también una
representación simbólica de este mismo arquetipo.
En el tantrismo, este
motivo simbólico del eje, corresponde al cuerpo humano, a la columna vertebral
que es el soporte de la verticalidad, y que mantiene al hombre con los pies en
la tierra y la cabeza en el cielo.
Para Jung, la
verticalidad era considerada como una representación de la consciencia, porque
daba altura y profundidad sobre la horizontal.
Se podría decir que la verticalidad es una representación de la consciencia que
surge de la horizontalidad de la tierra, la cual permanecería más ligada a la
inconsciencia.
Un psicólogo
contemporáneo, Antonio Blay, basaba en su propia experiencia el desarrollo de
lo que él llamaría, la psicología de la autorrealización, que planteaba que el
ser humano tendría que desarrollar una “conciencia axial” capaz de poder
unificar el pensar, el sentir y la acción.
L´homme
qui marche. Augusto Giacometti
Sorprendentemente en el año 1961, Jung pocos días
antes de su muerte tendría una visión y cuenta Marie-Louise von Franz[19], que
entonces pidió una hoja de papel y en la parte central, trazó una línea
vertical, y luego sobre la parte inferior de la hoja escribió: “... Los
cincuenta últimos años de la Humanidad...”, y se lo entregó a su secretaria,
para que se lo hicieran llegar a ella.
Se encuentra un
paralelo de este motivo de la línea vertical, en el libro VI de Republica,
de Platón, allí se refería al “Símil de la Línea”, para explicar el núcleo
fundamental de su filosofía, que era la distinción entre dos niveles de realidad,
por un lado “el mundo inteligible de las ideas”, que estaba situado en la parte
superior y “el mundo sensible material”, situado en el polo inferior, sobre
esta línea luego ordenaría su propia visión del mundo en distintos niveles, que
estaban sometidos a una jerarquía en la cual situaba en el lugar más elevado
“la idea suprema del Bien”.
De una manera muy significativa, podemos encontrar
en el mundo del arte y de la cultura contemporánea, que en los últimos tiempos
ha surgido una tendencia a la representación de este mismo motivo del eje axial
bajo diferentes formas. Por citar solo un ejemplo, podemos encontrar
recientemente la obra que pertenece a la etapa de madurez del pintor y escultor
suizo Augusto Giacometti, L´homme qui marche, que representa el cuerpo
estilizado de un hombre caminando, y que llegaría a alcanzar de forma
inesperada, el mayor precio que se ha llegado a pagar hasta el momento en una subasta por una escultura. (El billete de 100 francos suizos
muestra un retrato de A. Giacometti. Principalmente fue un escultor aunque
también pintaba cuadros. Perteneció a una dinastía de artistas: Giovanni
Giacometti (1868–1933), fue un pintor; su hijo Alberto Giacometti (1901–1966),
escultor y pintor; Augusto Giacometti (1877–1947), pintor y 2 º grado primo de
Giovanni; Bruno Giacometti (1907–2012), arquitecto e hijo de Giovanni; Diego
Giacometti (1902–1985), escultor y diseñador, hijo de Giovanni. De la escultura L´homme qui marche, existen varias versiones y en febrero de 2010 se llegó a
adjudicar una de ellas por 104,3 millones de dólares, en una subasta de
Sotheby.)
En
1945 escribió Jung en una discusión acerca del peligro de una tercera guerra,
esta vez de una guerra atómica, que la única fuerza contraria podría ser un
movimiento religioso universal[20]
que condujera a un viraje total. Después del celebre Mayo del
68, nació un inesperado movimiento sociocultural conocido como Nuevo Humanismo
y en cuya manifestación exterior también se puede encontrar expresado este
arquetipo del axis mundi que se encuentra constelizado en nuestro
tiempo. Ellos desde determinados lugares dispersos por los cinco continentes
difunden un mensaje de humanizar la tierra, cuya principal reivindicación es el
reconocimiento del valor de la espontánea vivencia interior, y precisamente en
esos lugares se encuentra enclavado un gran monolito de acero, junto al cual
existe una construcción con forma de mándala, conteniendo una sala vacía y que
está diseñada para que el ser humano individual pueda situarse en su centro.
Así podríamos decir, que
desde un punto de vista psicológico[21], en
aquella visión que le fue dada a Jung en sus últimos días, se establecía la
urgente necesidad frente a una nueva época, de que el ser humano de nuestros
días tienda a realizar conscientemente, una unión entre la dimensión superior,
espiritual, masculina o consciente y la dimensión inferior, material, femenina
e inconsciente, de su propia naturaleza, volviendo su mirada hacia el símbolo
interior unificador para ponerse a su servicio.
Si retrocedemos la mirada a
los comienzos de la historia de la humanidad, encontramos la mítica Torre de
Babel, con la que se quería restablecer el eje primordial roto entre Dios y los
hombres, y conseguir elevarse nuevamente hasta la puerta del cielo, pero ese
deseo de poder y del orgullo humano, recibió entonces el castigo divino y los
nacionalismos y su confusión de lenguas, destruyeron y dispersaron aquella
sociedad.
Trascurridos ya tantos siglos, desde esos míticos
orígenes de nuestra cultura y llegados a esta nueva era de Acuario que comienza
a despuntar, y en el que también fue derrumbado un símbolo colectivo de nuestra
sociedad occidental, como fueron las celebres Torres Gemelas del World Trade
Center en Manhattan, quizás debamos pensar si no estuvieran ya la sociedad y la
conciencia humana, preparadas para iniciar el reto y la tarea, de empezar a
realizar esta nueva unión, pero una nueva unión esta vez ya en el interior del
individuo, una unión entre los contrarios consciente e inconsciente,
psique-materia, cuerpo-mente, espíritu-naturaleza y para lo cual es necesario,
como dijeron Jung y von Franz, incluir el principio del Eros y del amor que
permite unir a los opuestos, para poder curar de esta manera, las heridas
producidas por la visión unilateral que ha predominado hasta ahora en nuestra
cultura patriarcal. En este sentido todo el espíritu de sacrificio expresado en
la vida y en la tarea creativa de José Zavala, puede ser tomado como un fiel
testimonio de ese compromiso ético individual en nuestro tiempo.
Así pues el inconsciente a
través de la figura de José Zavala en este sueño parece que quisiera resaltar
los dos aspectos esenciales para nuestro tiempo, por un lado el valor central
del individuo, y por otro la necesidad de elevación y ampliación de su
conciencia. Albert Einstein dijo en una ocasión[22] que “...
la fuerza liberada del átomo, había cambiado todo menos nuestra forma de
pensar, y en consecuencia estamos frente a una catástrofe sin par. Por lo
tanto, si la Humanidad quiere sobrevivir, tenemos la necesidad de desarrollar
un nuevo modo de pensar”. En este sentido, tanto Marie-Louise von Franz como
Jung, se mantuvieron en relación con su centro interior, y nos lo mostraron a
través de su propia vida personal y de su obra, en la que incorporaron junto
con todo el peso de los argumentos intelectuales, también el aspecto afectivo
del sentimiento, esforzándose en la tarea de reconciliar a los opuestos, y
ellos nos estimularon con su ejemplo y sus enseñanzas a que fuéramos capaces de
desarrollar un pensar simbólico, un pensar femenino y con Eros, y un pensar
sicronistico, que nos permitieran reconocer la realidad objetiva de la psique,
así como sus manifestaciones creativas.
Existe un mito universal que
es conocido como el despedazamiento del Anthropos, del hombre primordial
y en el sueño que nos ocupa, encontramos que a José Zavala, que se esforzó
durante su vida como individuo por desarrollar su Hombre Interior, le
había sido extraído su corazón. El mismo sueño, nos lo presentará también
luego, en una ambivalente descripción la cual esta precisamente en relación con
este mismo arquetipo, pues por un lado él aparecerá en el sueño tanto como
un individuo que participa de un ritual sacro, pero paradójicamente al
mismo tiempo presenciándolo como otro, formando parte del alma de la
colectividad, por lo que también bajo esta doble dimensión tanto individual
como colectiva, desde el punto de vista psicológico podría ser tomado entonces,
como una representación del Anthropos, del que dice Marie-Louise von
Franz[23] que
constituye precisamente una imagen de la conexión humana o del Eros
interhumano, el fundamento de toda comunidad con los hombres y que ahora, en la
Era de Acuario, se esta formando nuevamente en el inconsciente colectivo, este
arquetipo que esta en la base del sentimiento de cohesión de toda la humanidad
como “alma colectiva” de la humanidad. Así esa imagen final del sueño en la
cual José Zavala se funde con padre Amadeo, podría verse en este sentido
también como una muestra de plenitud y totalidad.
Otra interesante cuestión que también hay que tomar en consideración es que
tanto el Anthropos como el Mándala aluden a la unidad interior y última
de la psique, al arquetipo central del Sí-mismo. El sueño se desarrolla en un
significativo enclave, en un cruce de avenidas, inmensas,
anchísimas, al igual que aquellas que como ya vimos se
encontraban en Tenochtitlán, “la ciudad donde fueron hechos los Dioses”, dividiendo aquella ciudad en
donde se alzaban las pirámides del sol y de la luna, “mediante dos grandes calles
entrecruzadas”, que formaban cuatro distritos, conteniendo templos, palacios,
escuelas de música y de estudios superiores, con bibliotecas e incluso con un
gran jardín zoológico. También encontramos que es representada de forma tetrapartita
por ejemplo la imagen del Jardín del Edén, y esta división en cuatro es
precisamente la característica primordial de las representaciones del Mándala y
por ello consideraba Jung que es un símbolo portador de rasgos femeninos, de un
seno o matriz del fondo del alma, capaz de concebir, dar a luz y transformar y
que es portador de posibilidades sanadoras, fuente de vida y sentido que ayudan
a vivir. De esta manera lo describe Jung en su libro Psicología y Religión[24]
y dice que estas imágenes son
experimentadas como un centro interior de la psique, cuya vivencia posibilita
al hombre aceptarse a sí mismo. “Tal símbolo es un reconocimiento involuntario
de un especial estado de espíritu. No hay divinidad alguna en él mándala, ni se
alude a ninguna sumisión o reconciliación con la divinidad. El lugar de esta
última parece hallarse ocupado por la totalidad el hombre”. “En el proceso
histórico de nuestro tiempo el Dios hecho hombre desciende de su trono y se
diluye en el hombre corriente”. “ Todo aquello que posee, en el exterior,
carácter divino o demoníaco debe retornar al alma, al interior del hombre
desconocido, donde al parecer tuvo su punto de partida”. “Una nueva imagen del
hombre-dios, se va abriendo paso desde la profundidad del inconsciente.”
También en su libro Presente
y Futuro[25],
al
confrontar la posición del individuo frente a la
orientación colectivista y materialista en nuestra civilización occidental,
escribía que “tanto a una como a otra le falta lo que exprese y abarque al
hombre entero, esto es, lo que sitúe al individuo en el centro como medida de
todas las cosas”.
José Zavala nos
transmitió siempre fiel a su verdad interior, la vivencia directa de la
psicología del profundo como una filosofía practica de vida, nos enseñó a
desarrollar la función del sentimiento, el Eros y el interés en la búsqueda del
sentido, de manera que pudiéramos llegar a aceptar el sufrimiento de soportar
la tensión de los opuestos y abrir en la profundidad de cada uno las puertas a
la individuación, lo que representa la meta de toda evolución psíquica. Sea
pues mi gratitud y reconocimiento para él, un hombre
sencillo y natural, que compartió con nosotros su profunda humanidad y la
sabiduría de su experiencia, y que supo deleitarnos también con su gran sentido
del humor. Él alumbró una personalidad excepcional y de gran trascendencia
psicológica, que con su propia vida y con su obra,
como lo hicieran Carl Gustav Jung y Marie-Louise von Franz, fue un ejemplo vivo
de la confrontación con los propios contenidos del inconsciente y la lucha por
la realización de la individuación.
[1]
Die psychische Entwicklung in altmexikanischer Symbolik. José Zavala, Verlag Adolf
Bonz. Stuttgart.1977
[2] XVI
Reunión Internacional de Psicología de C.G.Jung y Marie-Louise von Franz.
Mareny de Barraquetes.
Valencia. 2001
[3]Beiträge zur Jung'schen Psychologie. Festschrift zum 75. Geburtstag von
Marie-Louise von Franz. Herausgeber: J. Zavala, G.
Rusca, R. Monzó. Victor Orenga Editores, Valencia, 1990.
[4] Von den
Wurzein des Bewusstseins. Zürich, 1954. Der Philosophische Baum, Cap.7, pág.
411 y ss.
[5] Cartas inglesas, vol I, pág. 465
[6] Wurzeln, l.c. pág. 412
[7] Wurzeln, 1.c. pág. 414
[8] El
Libro Rojo. Carl Gustav Jung. El Hilo de Ariadna. Buenos Aires. 2010
[9] Seminario
de Sueños. C.G.Jung: Sesión VII, 6 marzo 1929,
pág 103
[10] Marie-Louise von Franz,
Reflejo sobre la dimensión histórica del análisis, en “Dimensión
Arquetípica del Alma”. Daimon. Einsiedeln,1994, S. 15f.
[11] Zahl und Eros. Der synchronistische Hintergrund der Beziehung. In: Übertragung. Vortrags-Reihe 1995/96. Psychologischer Club
Zürich 1997.
[12] XXI
Reunión Internacional de Psicología de C.G.Jung y Marie-Louise von Franz .
Mareny de Barraquetes. Valencia. 2006
[13] Recuerdos
sueños y pensamientos.
C.G. Jung . Seix Barral. Barcelona-Caracas-México. 1964, pag 196
[14] Recuerdos
sueños y pensamientos.
pag 253-8
[15]
Dialogo entre el Dr. Dieter Bauman y el Dr. Carlos Menegazzo. Este encuentro
tuvo lugar en el consultorio del Dr. Dieter Baumann.
Zürich,
3 de febrero de 1998
[16] Il
rapporto uomo-natura alla luce della sincronicità.
In: Ecologicamente. Psicologia del rapporto uomo-ambiente. A cura di
Claudio Widmann. Longo Editore, Ravenna, 1997
[17] Carl
Gustav Jung, Obra Completa. Ed.Trotta, Madrid. Vol 10
[18] Matter of heart. 1986
[19] Matter of heart. 1986
[20] Cf. Carta 12.12.45. T. I , pág. 496
[22] Mi
Credo Humanista.
Albert Einstein. Editorial
Leviatan. Argentina. 1991
[23] C.G.Jung:
Su mito en nuestro tiempo. Marie-Louise von Franz
. Fondo de Cultura
Económica
. México.1972.
pag. 121-3
[24]
Psychologie und Religión, pag 119
[25] Presente y Futuro.
C.G.Jung. Editorial Sur. Buenos Aires 1963. pag 40.